domingo, 30 de agosto de 2009

viernes, 28 de agosto de 2009

ENSAYOS






Fotografías: Marina Páez. Agosto 2009

viernes, 21 de agosto de 2009

FABRE DICE

Jan Fabre

“No creo en las modas, sino en Artaud, la palabra y el movimiento”


Jan Fabre ha conseguido lo que sólo los artistas con un estilo radicalmente personal y diferente logran: toda una cohorte de imitadores. Creador de un mundo estético que bebe de la pintura flamenca y del estudio del comportamiento de los animales, Fabre lleva más de dos décadas creando su propio lenguaje artístico ya sea a través de coreografías, obras de teatro, esculturas, películas y dibujos. El belga ha renovado el término performance y se ha colocado en primera línea de la vanguardia teatral. Eso significa que no siempre sus obras han sido entendidas por crítica y público, y sus detractores son tan numerosos como sus seguidores. El artista llega al Festival de Otoño de Madrid el 19 de octubre para presentar en la Cuarta Pared Cuando el hombre principal es una mujer, un sólo de danza contemporánea sobre la fuerza de la mujer interpretado por la bailarina Lisbeth Gruwez.


Metamorfosis. Esa es una de las ideas que vertebran toda la obra de Jan Fabre. La transformación del cuerpo humano y, sobre todo, animal. Y del alma. En Cuando el hombre principal es una mujer el cambio que sufre en escena la bailarina Lisbeth Gruwez es contrario al que ya experimentó en Mientras el mundo necesite un alma de guerrero, obra de 1999 en la que trabajó por primera vez con el director y donde sufría una transformación escénica de mujer a hombre. En Cuando el hombre... de nuevo la bailarina sola, integrada en una escenografía orgánica que cobra en manos del belga un sentido metafórico y ritual, sufre la transformación inversa.

-Cuando el hombre principal es una mujer es un nuevo solo en el que otra vez el intérprete es una mujer. ¿Qué nuevas ideas respecto a My movements are like Streetdogs y Mientras el mundo necesita un alma de guerrero podemos encontrar aquí?
-Todo surge de una imagen, la de una mujer a la que da cuerpo Lisbeth Gruwez, que se alza como metáfora de una sociedad matriarcal. Gruwez, magnífica bailarina con la que trabajé hace cinco años, era la persona que necesitaba para este proyecto. Ella tiene un aspecto andrógino necesario para la idea que quería representar de cambio, de metamorfosis. Esta obra habla del poder de la mujer, de su fuerza, y del tenso vínculo entre hombre y mujer. En una época en la que las empresas están acabando con los bosques, para mí el aceite es la sangre de la tierra, la esencia de la vida. Por eso he “untado” el escenario y a la bailarina en aceite. Esa imagen está inspirada en los trabajos de Yves Klein, que utilizaba el cuerpo humano como una enorme brocha viviente.

-Las mujeres y los animales parecen ser los mejores intérpretes de sus obras...
-Todo conduce a los animales porque todo tiene una parte animal. Los humanos son animales y los animales pueden ser a veces más humanos que los hombres. Son un ejemplo de vida y mi fuente de inspiración. Sus movimientos han inspirado este solo y muchas de mis obras. Además constituyen una buena metáfora de la sociedad matriarcal.

-Tanto los animales, como el cuerpo humano están muy presentes en sus obras escénicas y plásticas. ¿Qué significados tienen para usted?
-El cuerpo humano es un campo de libertad creadora,un auténtico laboratorio donde se producen procesos químicos sorprendentes; ¡la propia carne es un traje maravilloso! Los animales son los doctores y filósofos más importantes. La forma en que se mueven, sus técnicas de supervivencia, su organización social, sus hábitos sexuales... son realmente un ejemplo del que tenemos que aprender aún muchas cosas.

Con sus primeras obras, Fabre (Amberes, 1958) ya era vanguardia incluso para la vanguardia. En 1982 dejó clara su idea del arte escénico en Es teatro, tal como cabe esperar y prever donde estableció su propio código artístico, que fue una auténtica provocación para la época. Desde entonces y con su compañía Troubleyn ha fundido teatro, danza y artes plásticas en títulos como Iconos brillantes o la polémica Yo soy sangre, su obra más representativa, un poema visual que estrenó en el Festival de Aviñón de 2001 que muchos calificaron de “orgía de sexo y sangre”.

-Usted es coreógrafo, director de escena, artista visual... Parece que los conceptos teatrales tradicionales se le quedan pequeños...
-[Encendiéndose un cigarrillo] Yo me denomino “observador de la belleza”, y de eso se nutren mis textos, mi obra escultórica, mis performances... No me gusta el término multidisciplinar, yo me considero un “artista conciliador” porque todo el arte está interrelacionado y yo sólo me encargo de seguir, conciliar e investigar esos caminos que unen la danza con la pintura, la música con la escultura, etc.

El modelo anatómico
-¿Su visión de la danza y del
teatro influye en su trabajo plástico y viceversa?
-No es que se influyan sino que forman parte del mismo todo unitario, de esas relaciones de las que le hablaba hace un momento.

-¿Cree que la imagen, en la actualidad, es más poderosa que la palabra, que llega a más gente y es más convincente?
-No, en absoluto, si lo creyera así no escribiría textos. Todo depende de la fuerza de las ideas que haya detrás de esa imagen o de esa palabra, pero una imagen por sí misma no vale nada. En mi caso, todo gira en torno al cuerpo, la anatomía, y el espíritu. Pero siempre busco la belleza.

-Usted se ha situado a la cabeza de la resucitada performance, que debe mucho a los accionistas vieneses y que está tan de moda entre los jóvenes creadores europeos. ¿Esta moda acabará con el teatro de texto?¿Cree que la performance llega a un mayor público que el teatro tradicional?
-[Larga calada al cigarro] Eso depende de muchas cosas. Yo no creo en modas, creo en Artaud, en el texto, en los movimientos del cuerpo. Para mí la palabra tiene el mismo valor que la danza, que el movimiento, que lo visual...

-En España el director Rodrigo García realiza un trabajo que él mismo afirma que está muy influido por sus obras. ¿Ha visto alguno de sus montajes?
-No, pero a él le conocí hace poco.

-¿De dónde viene su aliento creativo? ¿Recuerda cuándo y cómo nació el Jan Fabre artista?
-¡Claro! lo recuerdo perfectamente. Yo tenía 16 o 17 años cuando un día en mi casa, aprovechando que mi madre estaba fuera, empecé a hacer pinturas de animales, de partes del cuerpo, a las que le fue añadiendo distintos elementos, como alas de insectos, ropajes... como si de un Frankenstein se tratase.

-La cultura oriental parece influir cada vez más en creadores de Europa y América como Robert Lepage, Peter Brook, Bob Wilson, etc. Sin embargo, usted ha escapado a su influjo. ¿Cuáles son sus referencias artísticas?
-Toda la pintura flamenca, desde Van Eyck hasta Vermeer, El Bosco...

-Usted ha colaborado con artistas como John Berger. ¿Qué tipo de relación se da entre ustedes?
-John Berger es un gran filósofo y escritor. Nos admiramos mutuamente y de eso se nutren también nuestras obras.

Itzíar DE FRANCISC

ALGUNAS IMAGENES